sábado, 4 de mayo de 2013

Incertilumbres

¿Cómo será morirse tan temprano? ¿Qué sentirán el día en que se mueren? ¿Se levantan y abren las ventanas, preparan un café, exprimen un pomelo y organizan la agenda? ¿Se asean y se visten, pliegan la ropa limpia, echan alpiste al pájaro, hacen la cama, ordenan los papeles que exigen los asuntos, se asoman por si llueve, cogen lo necesario y riegan las plantas? ¿Salen rumbo hacia dónde? ¿Cambiaría el destino si ese día no salieran? ¿Cruzan con prisa calles y recorren aceras? ¿Se librarían acaso de las garras sin tanta prontitud? ¿Cómo serán las horas últimas cuando nada es probable que suceda? ¿Qué sentirá por dentro un cuerpo en víspera? ¿Qué tocarán las manos cuando estamos inesperadamente ya tan cerca? ¿Verán la luz radiante más triste que otras veces? ¿Se acercarán a árboles, tocarán la corteza que en tantas ocasiones desearon acariciar despacio? ¿Irán hasta el trabajo por calles no habituales, pararán en esquinas que jamás importaron? ¿Levantarán la vista al cielo y apreciarán su altura, azul y melancólica? ¿Romperán la rutina porque hay algo muy hondo como indicio funesto, como avance sin vuelta? ¿Cómo será la vida a un paso de su fin? ¿Qué pensarán los cuadros, las sillas, los manteles cuando en esa mañana uno cierra las puertas y llama al ascensor y se va como siempre y para siempre? ¿Lo sospechan las llaves y las frutas, el reloj y los libros y los quietos imanes de la puerta impasible de la nevera? ¿Notará el cuerpo alguna carga extraña, algún remordimiento nos vendrá de repente? ¿Volarán las palomas con un vuelo distinto? ¿Cómo será posible morirse así de súbito? ¿Para qué nos peinamos y marcamos la página de una novela o escribimos la nota de la compra? ¿Para qué despertamos y escuchamos la radio y aún nos sobresaltan las noticias? ¿Qué dirán los armarios donde calla el azúcar? ¿O qué percibirán los cajones, los grifos, las manillas? ¿Qué pensará la cena que se enfría esperando? ¿Qué opinarán la mesa y las baldosas, los vasos y el tendal, las perchas y las el espejo? ¿Cómo caerá la noche de sola y desterrada? ¿Qué sueños prenderán en esa madrugada a quienes aguardaron hasta el instante en que se desespera? ¿Quién será el que nos llama desde detrás del mundo, desde el más allá de la palabra límite? ¿Adónde dirigirnos al oír su reclamo? ¿Cómo será intuir lo frágil y lo inane y arrepentirse entonces de lo que hemos odiado y combatido en vano? ¿Cómo volver la vista? ¿Habrá espacio y deseos? ¿Habrá ocasión y ganas de oír cómo se vienen abajo el devenir y de cómo se borra el camino hacia casa?

© Aurelio González Ovies
La Voz de Asturias, 7 mayo 2011