miércoles, 27 de junio de 2012

Mar




Entra lo mismo en ti que en un poema. Entra el silencio, la incertidumbre, asombro. Eres capaz de ser toda calma. De ser furia y gigante enarbolado. Superficie insondable y transparente. Llanura de negruras y misterio. Necesito ir a verte cada poco. No concibo la vida sin tu esencia. No me imagino el mundo sin tu cuerpo. Ni tus bravas mañanas del otoño. Ni los remos tremendos de la brisa. Ni los cíclopes faros de las costas. Ni la plata fugaz de las gaviotas. Necesito soñarte a menudo. Tocar tu indiferencia colosal. Mojar mi desazón en tus orillas. Adentrarme en tus formas. Descender a tu fondo.


Siempre a la vista como un hermano fiel. En mi infancia ocupabas los veranos. La luz, la candidez y algunos nombres propios. El olor de la brea y el motor de las lanchas. La sal sobre la piel adormecida. La breve consistencia de la espuma. El vértigo de tus acantilados. La infinitud de todos tus contornos. Siempre muy cerca, como un amigo cómplice, de nuestras tardes jóvenes, sin prisas. De nuestras noches vírgenes y hermosas. De la luna inflamada, su viso en nuestros ojos. Extensión del azul hasta el futuro. Anchura enamorada de los barcos. Si te escucho, me sabe todo a sed. Si te recuerdo, toco paz, paciencia y pozos.


Brazos que no se atisban, pero que amarran. Libro que no se escribe, mas emociona. Junto a ti y mi soledad jamás me sentí solo. Belleza en fuga desde el origen. Destino de los seres que zarparon. Ancla sonora del pensamiento. Libertad en pleamar, flujo de estelas. Cuanto más me distancio, más rememoro. Dentro de mí rugen tus oleajes. Eres trazo, perfil, reducto y linde. Te dibuja una estría, pero ocupas el todo. Tus derivas me amparan de mis derrumbes. Tus galernas me sirven para sintaxis. Tu inmensidad se funde en mis certezas: apenas significo cuando te nombro.


Diques que dan a la exactitud. Peñas que ignoran el deterioro. Cofre de donde surge la tez del alba. Abismo por el que surca lo que no somos. Amante de los marinos madrugadores. Encantadora del equilibrio de los delfines. Ruta de los relámpagos y del tiempo. Escapatoria de los ocasos y de la bruma. Corriente auriga de las borrascas. Fibra que pugna con los escollos. Fuerza que bate contra lo inmóvil. Firme que fluye con fe de náufrago. Mar poderosa, mar aplacada, mar dominante e inexpugnable. Echo de menos tu voz de hembra, tu brío de hombro.

Aurelio González Ovies.
(La Nueva España, 13 de junio de 2012)