A veces el silencio se deja agitar por la brisa del mar, trayendo y llevando a
su paso las palabras sordas que resuenan en nuestras mentes perdidas en
cualquier libro. Susurramos, sin son, mundos imaginarios de tinta impresa, que
rivalizan en un viaje con la belleza de lo desconocido. Sentados, solos, en
ocasiones necesitamos sentir que nadie nos mira. Sobre la partitura invisible
de un sueño se salpican a capricho redondas tranquilas y semicorcheas
traviesas. Y el alma se disputa si adormilarse en la placidez de un relato
disperso o lanzarse a la bella locura de una sucesión de juguetonas notas que
dan forma a la melodía de una vida.
Cada parte del mundo tiene su propia partitura. Sobre un banco cualquiera de la piedra histórica de Galway, ¿quién escuchará los relatos del viento?...